10.11.08

Insomnio


Saberte lejos, no quiero más;

cada vez que estoy más seco,
cada paso atrás.

Postdata

Ya no sé si lo que digo realmente nos hace falta.

Silvio Rodríguez

Si hoy estoy aquí es porque nunca prometí no estarlo. En lo demás he cumplido a costa de mí -las más de las veces. Al final de las cuentas, creo que uno nunca acaba de decir nada. Sólo nos queda el intento.

Nunca he creído en eso de los garantías ni en las devoluciones con ticket. Nada más he venido a dejarte mis adentros, mis silencios. Este palpitar interrumpido todo el tiempo; este órgano lleno de cansancio, esto me queda: tenlo. Quédate con todo esto que soy para ya no serlo.

Podría reclamar por todo, más por el desorden y todo lo que está roto. No exagero si te digo que habría que sacarte de todos los espejos, de mis adentros. Llevo cargando a todos lados rastros tuyos: Te me escondiste en el segundero, sesenta veces en cada minuto del día. En la colección de los trescientos sesenta y cinco absurdos anuales. Resulta ser tu sabor el del último trago de café. Tú y tu sabor a silencio: este frío de todos los días, este dolor en los huesos; el insoportable hueco.

Y es así como vine, con todo lo que soy, herido: Con mis ganas encorvadas, con el insomnio preparado en pastillas. Vine con tus cartas bajo el brazo a contarte el cuento de cuando eras todo.

Vine ahorita que duermes y no me oyes.

3.11.08

El Metro

“Señores usuarios, en esta ocasión
traigo a la venta disco compacto formato normal,
150 grandes éxitos, lo mejor de la cumbia,
salsa, merengue, reggaeton y banda,
diez pesos le va
le, diez pesos le cuesta”.
(¿Hace falta decir que es anónimo?)

Pocos recordamos, aunque sea leído, aquel 4 de noviembre de 1969 cuando un pomposo ‘tren’ naranja hizo el recorrido inaugural del Metro, entre las estaciones de Insurgentes y Zaragoza. El Metro es uno de los transportes más eficientes del mundo, a pesar de los dimes y diretes que lo envuelven. Los comentarios más usuales, giran en torno a la supuesta inseguridad que estamos expuestos los usuarios (y a las conductas lascivas, las usuarias).


Inseguridad y violencia de cualquier tipo hay en todos lados del mundo. No es que sea simplista pero es bastante absurdo quedarnos con las caricaturas mediáticas que nos ofrecen “gratis” en cada esquina –ah, es que son gratis. No soy ningún engendro anti-mediático, pero basta salir a respirar el día para ver cosas: La vida en el Metro es otra. Cada estación tiene un alma propia; un olor, un cuento.

Ya sea el Metro Balderas de Lora o la estación Zócalo de todos, el suelo del subsuelo ha sido, y será, testigo de encuentros furtivos, de cortejos, de innumerables jetones, de rockstars urbanos, de exóticos artistas encontrando un escenario, libertad. La gente se encima, se amontona. Juntos y también revueltos; personas con pelo o sin él, perfumados o apestando a garnacha, despeinados, con tubos, ¡como sea!

Nuestro metálico ángel naranja logra lo que ningún partido político o de futbol ha logrado jamás: acumula milagrosamente un montón de humanidad mexicana, todos juntos, sin agresiones. No hace falta más que levantar los pies para bajar en la estacíon deseada. Todos caben en estas arcas: nueve donde entran tres, de Pumas y Chivas y del América; todos en el mismo lugar y con un rumbo igual.



Metro Tacuba
(Un día cualquiera a una hora cualquiera)


En el onírico túnel subterráneo todos somos iguales: los asientos para discapacitados los usan todos sin desaprobación de nadie, tenemos derecho a un asiento o a ir parados, todos compramos a precio casi único una rica variedad de productos que nos ofrece el mercado interno, sin monopolios ni mano negra... “tan sólo diez pesos, diez pesos le vale, diez pesos le cuesta”.

Dos pesos me dan la oportunidad de cruzar la cuidad. De ver al otro. México es gente y más gente ¿Por qué no voltear a ver? Si no, aunque sea vean la ventaja económica, la ganga:

“Sauna, pasaje y masaje por dos varos" ¿Dónde chingados?