No sé cuantas veces haga falta decir algunas cosas que decimos para que se entiendan. Por ejemplo, cuando dices, "ya llegué" y alguien -no más por no echar culpas- dice, "¿ya llegaste?" parece que sirvió nada lo que dijiste. Ya sé, ya sé, todos hemos pensado esto pero, ¿por qué seguimos? Innumerables son los ejemplos que confirman que a fuerza de repetición aprendemos cosas, sin entender -las más de las veces- pero aprendemos
¿Por qué, cuando alguien deja de querernos, no nos repite(n) 1268 veces que ya no nos quiere? Sí, sí, no entenderíamos (o cuando menos yo no), pero que importa entender eso que ya no es. Lo que importa, creo, es aprender a verse solo, de a poco cuando menos, y cuando es necesario, preciso (más a fuerza que de ganas, a fin de cuentas necesario). Hace falta sabernos, de sabor pues, por si un día nos escriben, una carta o un cuento, por si un día nos quieren -de nuevo o de primer momento.
¿Por qué, cuando alguien deja de querernos, no nos repite(n) 1268 veces que ya no nos quiere? Sí, sí, no entenderíamos (o cuando menos yo no), pero que importa entender eso que ya no es. Lo que importa, creo, es aprender a verse solo, de a poco cuando menos, y cuando es necesario, preciso (más a fuerza que de ganas, a fin de cuentas necesario). Hace falta sabernos, de sabor pues, por si un día nos escriben, una carta o un cuento, por si un día nos quieren -de nuevo o de primer momento.
1 comentario:
El dulce sonar de un grito una mentada no sería lo mismo si lo dijeras dos veces.
Dos veces cansa, dos veces harta.
Dos veces, 'te quiero' ya no sabe.
...pero probablemente los padres y hermanos son inconcientes de la dulce poesia cotidiana que se pierden.
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